Se inició con una misa en una capilla al exterior, dentro de los viñedos. El ambiente era solemne y emotivo: violín, piano, violonchelo y voces en vivo, creando una atmósfera profunda e íntima. Después de la ceremonia, se ofreció una degustación de vino espumoso y posteriormente se realizó un recorrido guiado por los viñedos hasta llegar a la bodega, donde se compartió información sobre el proceso de reposo y añejamiento, mientras los asistentes degustaban vino y descubrían detalles técnicos de la elaboración.
Más tarde se sirvió una comida de tres tiempos, diseñada para armonizar con distintos estilos de vino. Hubo langosta para acompañar vinos blancos y carnes rojas para los tintos, mostrando maridajes claros y bien pensados. La música en vivo aportó calidez y elegancia, creando un ambiente ideal para disfrutar el vino sin prisas.
Al finalizar la comida, la experiencia continuó con música interpretada por un trío, cerrando con un momento de convivencia y carne asada, en un ambiente más relajado y espontáneo. Fue una jornada que combinó tradición, técnica y disfrute. Una celebración que nos recordó que el vino no solo se produce y se evalúa: se vive, se comparte y se celebra junto a quienes aprecian su origen y su esencia.




Comentarios
Publicar un comentario